Ya estamos en mitad de la jornada de Móviles caídos y , oye, creo que hasta me siento mejor. Esto de tener apagado el móvil más que un acto de protesta, para muchos, se está convirtiéndo en un acto de liberación.
La ansiedad que nos produce estar localizables las 24 horas o la que nos produce esa llamada que esperamos y nunca llega o aquella que esperamos que no nos llegue nunca por nuestro bien, añaden a nuestro día a día un poco más de presión, si es que eso es posible.
Realmente uno nunca sabe la repercusión que va a tener esto a nivel empresarial y si, como todos deseamos, la política de tarifas de las compañías telefónicas empieza a ser acorde al nivel de vida que tenemos nosotros. Pagamos mucho por todo y nunca pasa nada, es hora de empezar a protestar y a hacerse escuchar. Todas estas iniciativas no caerán en saco roto, hay que seguir protestando y creyéndose la capacidad que tenemos para cambiar ciertas cosas que son un abuso para nuestra sociedad.
Seguir con el móvil apagado, enviar los mensajes justos y necesarios. Ahora les toca mover a ellos, y, si no lo hacen, seguiremos protestando.
